la conciencia, digo, no la tuya, sino la ajena; pues ¿por qué mi libertad es juzgada por otra conciencia? [El cristianismo no prohibía a un hombre conservar sus amistades entre los paganos, ni prohibía el compañerismo con ellos. Si tal amigo le invita a un cristiano a una comida en una casa privada y no a una fiesta de sacrificio en un templo de ídolos, el cristiano no necesita molestarse en preguntar si la carne que se sirvió era parte de todos los sacrificios de ídolos, porque tal cenar no era en ningún sentido un acto de adoración.

Sin embargo, si algún cristiano escrupuloso o una persona medio convertida señalara que la carne era idólatra, entonces no debía comerse, por el bien del hombre que la consideraba idólatra. Pero en lo que se refiere a la verdadera cuestión de la libertad, la libertad de cada hombre es finalmente juzgada por su propia conciencia y no por la de otro. Se puede renunciar a la libertad en aras de la conciencia de otro, pero nunca se renuncia así.

La enseñanza de Pablo, por lo tanto, es que la comida no está corrompida, por lo que siempre es correcto comerla como alimento, pero todos los ritos de la idolatría están corrompidos, y el cristiano no debe hacer nada que apoye esos ritos, y por causa de de los demás debe abstenerse de dar la impresión de que los apoya, aun cuando su propia conciencia lo absuelva de hacerlo].

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