Amados, pues, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. [Por medio de un llamamiento a los profetas, el apóstol muestra cómo era el designio de Dios que su pueblo evitara toda comunión con gente injusta en sus prácticas injustas. Para estimularlos a la obediencia, Dios les había dado la maravillosa promesa de que los adoptaría como hijos suyos si le obedecían en estas cosas.

Esta promesa de adopción había sido renovada en la nueva alianza, y pertenecía a todos los cristianos, y por lo tanto correspondía a los cristianos no contemporizar con el mal por cualquier deseo vanaglorioso de exhibir su libertad, no fuera a perder la gloria real y eterna de ser hijos e hijas adoptivos de Dios.]

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Antiguo Testamento