Para que la ley se convierta en nuestro tutor para llevarnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe. [En el primero de estos dos versículos, Pablo amplía el pensamiento del versículo 22, describiendo completamente a esos sujetos de la ley como prisioneros encarcelados en una fortaleza, y esperando la llegada de un libertador. La siguiente imagen es distinta de la de una fortaleza, pero muy similar a ella; porque el pedagogo o tutor era por lo general un esclavo, cuyo deber era hacerse cargo de un muchacho desde su niñez hasta la mayoría de edad, protegerlo de los males físicos y morales, acompañarlo en todas sus diversiones y, por así decirlo, mantenerlo como un prisionero en libertad, para que no se dañe a sí mismo de ninguna manera. Ahora bien, la ley fue tal tutor para llevar a los que estaban bajo su cuidado a un estado de desarrollo adecuado para la sociedad y el compañerismo de Cristo, el padre espiritual.]

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Antiguo Testamento