No puede haber ni judío ni griego, no puede haber esclavo ni libre, no puede haber hombre ni mujer; porque todos sois un solo hombre en Cristo Jesús. [Habiendo declarado que la fe, es decir, el evangelio, nos lleva a la filiación de Dios, Pablo describe el paso particular mediante el cual se logra esto. Ese paso es el bautismo, porque por el bautismo llegamos a ser parte del cuerpo místico de Cristo. Nos vestimos de la personalidad de Cristo a la vista de Dios, y así llegamos a ser, en un sentido individual, hijos de Dios, pero el sentido individual se pierde casi por completo en el colectivo, de modo que todas esas distinciones raciales y todas las distinciones ficticias de casta, e incluso la distinción de género, que hacía que un hombre mirara a una mujer con desprecio, se pierden de vista.

No sólo todos los hombres y mujeres son nuevas criaturas en Cristo Jesús, de modo que las cosas viejas pasaron, sino que todos son parte de un nuevo organismo, que en gloria e importancia oscurece todas las diferencias anteriores.]

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