Los hombres pueden desagradar mucho a Dios en sus pensamientos, así como en sus palabras y acciones. Por tanto, cada uno debe guardar su corazón con toda diligencia, y orar: "Límpiame de las faltas ocultas", así como, "Líbrame de los pecados presuntuosos"; para que no sólo las palabras de su boca, sino también las meditaciones de su corazón sean aceptables a la vista de Dios, nuestra fortaleza y Redentor.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Antiguo Testamento