La creación fue negada por completo por los epicúreos, que consideraban eternos los átomos de la materia; y sólo imperfectamente reconocidos por los estoicos, que eran panteístas, y no consideraban a la Persona Divina que dio forma al mundo como distinta de él. La doctrina de la creación, tal como la predicaba San Pablo, era, por tanto, extraña en Atenas.

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