Bienaventurados [o felices ] los misericordiososLos bondadosos, compasivos, bondadosos y benéficos que, siendo afectados interiormente por las debilidades, necesidades y miserias de sus semejantes, y sintiéndolos como propios, con tierna simpatía se esfuerzan, según su capacidad, para aliviar ellos; y quienes, sin limitar sus esfuerzos a la comunicación de alivio temporal a los necesitados y desdichados, trabajan también para hacer el bien espiritual; para iluminar las tinieblas de las mentes de los hombres, sanar los desórdenes de sus almas y rescatarlos del vicio y la miseria, de todo temperamento impío e infeliz, de toda palabra y obra pecaminosas; siempre manifestando una disposición a perdonar las faltas de los demás, ya que ellos mismos necesitan y esperan el perdón de Dios. Los misericordiosos, dice Erasmo, son aquellos “que, por amor fraternal, dan cuenta de la miseria ajena como suya; que lloran por las calamidades ajenas; que, desde su propiedad, alimentan al hambriento y visten al desnudo; que amonesta a los que se equivocan, informa a los ignorantes, perdona a los ofensores; y que, en resumen, se esfuerzan al máximo por aliviar y consolar a los demás ".Obtendrán misericordia cuando más la necesiten.

Mientras tratan con sus semejantes, Dios se ocupará de ellos. Inclinará a los hombres a mostrarles misericordia y a tratarlos con bondad en este mundo, y él mismo les concederá misericordia y bondad amorosa en el día de las cuentas finales. Y dado que los mejores y más felices de la humanidad pueden necesitar incluso lo primero, y dado que todos querrán lo último, este es sin duda un argumento fuerte y poderoso para persuadirnos de mostrar misericordia a los hombres, en todas y cada una de las formas en nuestro poder, de que tanto Dios como los hombres puedan tener misericordia de nosotros. Añádase a esto que, si no hubiera otro incentivo, el consuelo y la satisfacción que surgen de una disposición que nos hace tan semejantes a nuestro Padre celestial, podría, uno suponer, ser suficiente para prevalecer con nosotros para esforzarnos, especialmente en este caso, para imitar a Aquel que, conmovido por el sentimiento de nuestras debilidades,

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