Pero vestíos del Señor Jesucristo, expresión fuerte y hermosa para la unión más íntima con él, y el ser revestido de todas las gracias que había en él; incluyendo el recibir, con fe y amor, cada parte de su doctrina; obedecer sus preceptos, imitar su ejemplo y adornarnos con ellos como con un manto espléndido, para no desanimarnos; porque es el atuendo destinado a ese día eterno, al que nunca le seguirá la noche.

El apóstol no dice: "Vestíos de pureza y sobriedad, paz y benevolencia"; pero él dice todo esto, y mil veces más, a la vez, diciendo: Vestíos de Cristo. Y no hagáis provisión para que la carne suscite deseos necios y pecaminosos en vuestro corazón, o, cuando ya se hayan levantado, para idear medios para gratificarlos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad