Entonces toda la multitud guardó silencio, - el discurso de San Pedro silenció a toda la multitud, y los fanáticos no tenían nada que responder a argumentos tan claros y convincentes. Por lo tanto, todo el cuerpo de la asamblea se dispuso entonces con paciencia a atender lo que Pablo y Bernabé creían conveniente comunicarles acerca de las maravillas y milagros que Dios les había permitido hacer entre los gentiles; lo cual era una clara confirmación de que Dios los había enviado y aprobó su intento de convertir a tales personas, aunque no estaban circuncidados ni estaban sujetos a la carga de la ley mosaica.

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