Contrariamente a los decretos de Cesar, etc.— Aunque el emperador romano no pretendía ser el único rey o monarca, sin embargo, en las provincias conquistadas o estados dependientes, no podía establecerse ningún rey sin su consentimiento; y no es improbable que el título de Señor, tan frecuente y tan justamente entregado por los cristianos a su gran Maestro, pueda ser usado como un mango de acusación en una ocasión como esta.

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