Por tanto, la ley es santa. En Romanos 7:7 el Apóstol estableció esta posición, "que la ley no es pecado". En Romanos 7:8 lo prueba, mostrando que la ley era muy estricta al prohibir el pecado, hasta el punto de llegar a la mente misma y los actos internos de concupiscencia; y que fue el pecado permanecer bajo la ley (que anexó la muerte a toda transgresión) lo que trajo la muerte a los israelitas. Aquí infiere que la ley no era pecaminosa, sino justa, justa y buena; tal como debería ser por la regla eterna del derecho.

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