Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor. - Viendo, entonces - recordando, entonces, que Dios te dio a ti y a mí (fíjate en la hermosa cortesía del viejo mártir esperando la muerte, la muerte el guerdon humano de su vida intrépida, acoplando, como ha venido haciendo, su afligido, amigo desanimado consigo mismo, a quien ningún peligro, ningún fracaso había afectado jamás) - recordando, entonces, el espíritu de poder, amor y dominio propio que se nos ha dado, no te avergüences del testimonio del Señor.

Este “testimonio” del que Timoteo no debía avergonzarse, incluye por supuesto los sufrimientos y la vergüenza de Cristo. En estos, antes de burlarse de los hombres escarnecedores, debe gloriarse más bien Timoteo, como ejemplo para el rebaño; pero “el testimonio” significa mucho más que lo que se relaciona únicamente con la historia de la Pasión. El cristiano, en lugar de avergonzarse de su "profesión", debe mostrar ante el mundo sin miedo que sus esperanzas y sus promesas son su tesoro más preciado.

Ni de mí su prisionera. - Tampoco debe Timoteo, ni entonces ni en los días venideros, tener miedo de confesar ante los hombres que había sido discípulo y amigo del prisionero San Pablo, que había pagado tan caro el valor de sus opiniones. Ni Timoteo, ni ningún cristiano debe rehuir de abrazar abiertamente la impopular causa del Crucificado, o de declarar públicamente su simpatía por sus odiados mártires.

Pero participa de las aflicciones del evangelio. - Rendido con mayor precisión, sino que sufre aflicciones por el evangelio. Pero, por el contrario, en lugar de dañar la buena causa con una conducta tímida, ¿debería Timoteo más bien dispuesto a sufrir, si es necesario, con San Pablo, dispuesto a soportar alguna vergüenza con él, dispuesto a incurrir, quizás, dolorosamente? peligro por causa del evangelio; y luego St.

Pablo, enfatizando sus palabras y fortaleciendo con una nueva fuerza su argumento y su exhortación, agrega, “conforme al poder de Dios” - sí, únete a mí en el sufrimiento, si es necesario, por el evangelio. Poderoso y lamentable fue el poder de Dios para con nosotros: grande, seguramente, en proporción debería ser nuestra disposición a sufrir a cambio, si Él pide esto, como lo está haciendo ahora de usted y de mí, de nuestras manos.

Según el poder de Dios. - ¿Qué poder de Dios? se ha preguntado. No según el poder que recibimos de Dios, sino según el poder que Dios ha mostrado hacia nosotros en nuestro llamamiento y en nuestra maravillosa salvación. En otras palabras, Dios, con gran poder, nos ha socorrido; Seguramente podemos estar seguros de que Él nunca nos dejará, que nunca nos abandonará, pero en la hora más dolorosa en que incurramos por Él, nos ayudará y nos llevará a salvo a través de ella.

Entonces Crisóstomo, quien, mientras afirma que el sufrimiento será soportado, pero no con nuestras fuerzas sino con las de Dios, dice: "Mira cómo has sido salvo y cómo has sido llamado"; infiriendo que Aquel que ha hecho tan grandes cosas por el hombre, en su vocación y en su salvación, nunca dejará que le falten fuerzas.

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