Versículo 19. Ya no sois extranjeros... En este capítulo la Iglesia de Dios es comparada con una ciudad, que tiene una variedad de privilegios, derechos, etc., fundados en estatutos y concesiones regulares. Los gentiles, habiendo creído en Cristo, están todos incorporados con los judíos creyentes en esta santa ciudad. Antiguamente, cuando alguno de ellos llegaba a Jerusalén, siendo ξενοι, extranjeros, no tenía ningún tipo de derecho ni podía, como simple pagano, establecerse entre ellos. Además, si alguno de ellos, convencido de los errores de los gentiles, reconocía al Dios de Israel, pero no recibía la circuncisión, podía habitar en la tierra, pero no tenía derecho a las bendiciones de la alianza; a éstos se les podía llamar παροικοι, forasteros, personas que no tienen ninguna propiedad en la tierra, y sólo pueden alquilar una casa por el momento.

Conciudadanos de los santos... Llamados a gozar de iguales privilegios que los propios judíos, que, por profesión, eran un pueblo santo; que estaban obligados a ser santos, y por eso se les llama a menudo santos, o personas santas, cuando tanto sus corazones como su conducta estaban lejos de ser rectos a los ojos de Dios. Pero los santos de los que se habla aquí son los judíos convertidos o cristianizados.

De la casa de Dios... La casa de Dios es el templo; el templo era un tipo de la Iglesia cristiana; ésta se ha convertido ahora en la casa de Dios; todos los creyentes genuinos son considerados como οικειοι, domésticos, de esta casa, los hijos y siervos de Dios Todopoderoso, teniendo todos los mismos derechos, privilegios y ventajas; como todos, a través de un Espíritu, por la sagrada cabeza de la familia, tenían igual acceso a Dios, y cada uno podía recibir tanta gracia y tanta gloria como su alma pudiera contener.

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