Versículo 38. Da, y se te dará...  

"La caridad cristiana no pondrá ninguna dificultad en dar lo que la verdad eterna promete restituir. No demos, ni por mera generosidad humana, ni por vanidad, ni por interés, sino por amor a Dios, si es que queremos que lo ponga a cuenta. No existe la verdadera generosidad sin mezcla sino en Dios solamente; porque no hay otro sino él que no reciba ninguna ventaja de sus dones, y porque se compromete a pagar estas deudas de sus criaturas con un interés excesivo. Tan grande es la bondad de Dios, que, cuando podría habernos ordenado absolutamente que diéramos a nuestro prójimo, se permite invitarnos a este deber por la perspectiva de una recompensa, e imputarnos como un desierto lo que tiene derecho a exigirnos por el título de su soberanía sobre nuestras personas y haciendas."

Los hombres viven en un estado de unión social tal que hace necesaria la ayuda mutua; y, como el interés propio, el orgullo y otras pasiones corruptas se mezclan ordinariamente en su comercio, no pueden dejar de ofenderse unos a otros. En la sociedad civil, los hombres deben, para poder saborear un poco de tranquilidad, decidirse a soportar algo de sus vecinos; deben sufrir, perdonar y renunciar a muchas cosas, sin lo cual vivirían en un estado de continua agitación que haría insoportable la vida misma. Sin este espíritu de entrega y de perdón no habrá en la sociedad civil, e incluso en las congregaciones cristianas, más que divisiones, malas conjeturas, discursos injuriosos, ultrajes, ira, venganza y, en una palabra, una disolución total del cuerpo místico de Cristo. Así pues, nuestro interés en ambos mundos nos llama con fuerza a DAR y a PERMITIR.

Seno... κολπον, o regazo. Casi todas las naciones antiguas vestían ropas largas, anchas y sueltas; y cuando iban a llevar algo que no podían contener sus manos, usaban un pliegue de su túnica casi de la misma manera que las mujeres usan aquí sus delantales. La frase aparece continuamente en los mejores y más puros escritores griegos. El siguiente ejemplo de Heródoto, b. vi., puede ser suficiente para mostrar la propiedad de la interpretación dada anteriormente, y para exponer la naturaleza ridícula de la codicia. "Cuando Creso había prometido a Alcmaeon todo el oro que podía llevar sobre su cuerpo de una vez, para mejorar la liberalidad del rey con el mejor provecho, se puso una túnica muy amplia, (κιθωνα μεγαν,) dejando un gran espacio en el SENO, κολπον βαθυν, y se calzó las mayores pieles que pudo encontrar. Siendo conducido al tesoro, se sentó sobre un gran montón de oro, y primero llenó las busquillas alrededor de sus piernas con todo el oro que podían contener, y, habiendo llenado todo su SENO, κολπον, cargó su pelo con lingotes, y se metió varias piezas en la boca, salió del tesoro, c." ¡Qué figura tan ridícula debió cortar este pobre pecador, así cargado de oro, y del amor al dinero! Véanse muchos otros ejemplos en Kypke y Raphelius.  Consulte también Salmo 129:7; Proverbios 6:27; Proverbios 17:23.

Con la misma medida que medís, se te medirá...  mismas palabras que encontramos en el Targum de Jerusalén en Génesis 38:26. Nuestro Señor, por tanto, establece una máxima que ellos mismos permitieron.

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