Verso Mateo 9:17. Vino nuevo en botellas viejas...  

Todavía es costumbre, en los países orientales, hacer sus odres con cueros de cabra: si éstos eran viejos y se les echaba vino nuevo, la violencia de la fermentación necesariamente los reventaría; y por tanto se empleaban botellas recién hechas con el fin de poner ese vino en el que aún no había pasado por su estado de fermentación. Los institutos de Cristo y los de los fariseos nunca podrían ponerse de acuerdo: un intento de combinar los dos sistemas sería tan absurdo como destructivo. El antiguo pacto dio paso al nuevo, que fue su consumación y su fin; pero con ese antiguo pacto no se puede incorporar el nuevo.

La prudencia cristiana requiere que los débiles y los recién convertidos sean tratados con cuidado y ternura. Imponer deberes y mortificaciones que no son absolutamente necesarios para la salvación, antes de que Dios haya preparado debidamente el corazón por su gracia para ellos, es una conducta tan absurda y ruinosa como poner un trozo de tela cruda y sin curtir en una ropa vieja; es, en una palabra, exigir que la persona haga el trabajo de un hombre, cuando todavía es un niño pequeño. Los predicadores del Evangelio, y especialmente aquellos que son instrumentos en la mano de Dios de muchas conversiones, necesitan mucha sabiduría celestial, para que sepan velar, guiar y aconsejar a aquellos que son llevados al sentido de su pecado y peligro. Cuántos comienzos auspiciosos han sido arruinados por el proceder de los hombres con demasiada prisa, esforzándose por hacer que sus propios designios se lleven a cabo y por tener el honor de ese éxito que se debe solo a Dios.

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