Versículo 20. No, oh hombre, ¿quién eres tú? Como si hubiera dicho: Hombre débil e ignorante, ¿te atreves a replicar al DIOS infinitamente bueno y justo? Reflexiona sobre ti mismo; y dime, después de haber abusado de la gracia de Dios, y de haber transgredido sus leyes, ¿vas a poner reparos a sus dispensaciones? Dios ha hecho, creado, formado a la nación judía; y la cosa formada, cuando se ha corrompido, pretenderá corregir al sabio y bondadoso Autor de su ser, y decir: ¿Por qué me has hecho así? ¿Por qué me has constituido de esta manera? Me has hecho mal al darme mi ser bajo tales y tales condiciones.

La nota del viejo John Goodwin sobre este pasaje es, por lo menos, curiosa: "Apenas (dice él) conozco un pasaje de la Escritura del que se abuse con más frecuencia que de éste. Cuando los hombres, en las grandes cuestiones de la predestinación y la reprobación, traen cualquier texto de la Escritura que ellos conciben para su noción, aunque el sentido que ponen en él sea siempre tan grosero y disonante del verdadero significado del Espíritu Santo, sin embargo, si alguien contradice, frecuentemente caen sobre él con: "Pero, oh hombre, ¿quién eres tú? Como si San Pablo les hubiera dejado sus herederos y sucesores en la infalibilidad de su espíritu. Pero cuando los hombres llaman a una respuesta sólida a sus infundados conceptos sobre el significado de las Escrituras, una réplica contra Dios, sabe más al espíritu que fue visto caer como un rayo del cielo, que al suyo, que lo vio en esta su caída".

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