(11) Porque sabéis que no fuisteis redimidos con cosas corruptibles, [como] plata y oro, de vuestra vana conversación [recibida] por tradición de vuestros padres;

(11) Una exhortación, en la que expone la excelencia y grandeza del beneficio de Dios Padre al santificarnos por la muerte de su propio Hijo. Y en parte contrapone las purificaciones de la ley a la cosa misma, es decir, a la sangre de Cristo, y en parte también a las tradiciones de los hombres, que condena como absolutamente vanas y supersticiosas, aunque nunca tan antiguas y antiguas.

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