(7) Y ahora, he aquí, voy (e) atado en el espíritu a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá.

(7) Él testifica que va a su prisión por el mandamiento de Dios.

(e) Él llama a la guía del Espíritu Santo, que lo obligó a emprender su viaje a Jerusalén, el vínculo del Espíritu, a quien siguió con todo su corazón.

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