Y ahora, he aquí, voy preso en el espíritu a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá.

Ver. 22. Voy atado en el espíritu ] El espíritu de Pablo no se relajó, pero estaba ceñido en una resolución de seguir adelante con la obra, todo lo que saliera de ella. El Espíritu nos rodea, nos comprende y nos guarda, cuando la propia fuerza de un hombre se afloja. No es así con todo evangelista falto de certeza, que tiene una mente relajada, discreta y difusa, y ninguna fuerza sobrenatural para sostenerlo.

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