REFLEXIONES

¡Lector! Observe con qué humildad de corazón Pablo deseaba que la Iglesia lo considerara a él ya sus compañeros en el ministerio: meros siervos y mayordomos, no como señores de la herencia de Dios. El gran objetivo de Pablo era ser hallado fiel. Consideró que todo lo que él era y todo lo que tenía, sus dones, gracias, conocimiento, tiempo, talentos, eran enteramente para el beneficio de la Iglesia de Cristo. Y, como les dijo a los seguidores del Señor en otra ocasión, al escribirles, así en todos los departamentos de su ministerio, sintió la voluntad de haberles impartido, no solo el Evangelio de Dios, sino también su propia alma, porque le eran queridos. ¡Oh! la bienaventuranza de la secta un estado de ánimo, cuando se encuentra entre los siervos del santuario del Señor.

¡Pero lector! no pase por alto la segura consecuencia de la fidelidad en el ministerio. Pablo lo experimentó entonces: y lo mismo, más o menos, es lo mismo ahora. El simple hecho de predicar a Cristo, en toda su gloria, plenitud y suficiencia total, nunca logró, ni fallará nunca, provocar la ira de todos los fariseos justos y excitar la indignación del mero profesor nominal, incluso más que el profano.

Así fue en los días del Apóstol, así es ahora, y continuará durante todo el tiempo de la Iglesia. Pero, ¡oh! cuán dulce es mirar a Cristo en medio de todos los ejercicios, y remitir todos los eventos a su mano soberana, como lo hizo Pablo; el que me juzga, dijo él, es el Señor.

Maestro Todopoderoso! da gracia a todos tus siervos fieles, para que cuando sean injuriados, bendigan; cuando es perseguido, puede sufrirlo; cuando son difamados, pueden suplicar. Que se contenten con sufrir vergüenza, para que Jesús sea honrado; y deléitate en salir a su Señor, fuera del campamento, llevando su oprobio.

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