REFLEXIONES

¡LECTOR! mientras miramos con santa meditación esta visión que tuvo Juan, y notamos a los cuatro ángeles que sostienen, como se les ordenó, los cuatro vientos de la tierra, desde la salida hasta la destrucción; hasta que el Señor hubo cumplido su misericordioso propósito para con sus siervos; ¡Contemplemos a nuestro Jesús Todopoderoso ascendiendo desde Oriente, para marcar a los suyos contra el día de la tribulación! Y mientras lo vemos tan bondadoso con su Israel, y mientras lo vemos tan bondadoso con su Iglesia gentil también, a la que tú y yo pertenecemos, ¡oh! por la gracia, quedar impresionado con esta certeza seguridad de que Él es el mismo Señor vigilante, amoroso y completamente encantador ahora, como lo era entonces. Él es; Debe ser Jesucristo; lo mismo ayer, y hoy, y siempre. ¡Oh! entonces, confía en que él ha sellado, él sella y sellará a cada uno de sus redimidos.

¡Y lector! que tú y yo contemplemos a nuestro Jesús (si es así, por regeneración puedes llamarlo tuyo), rodeado con su sangre hijos e hijas comprados, ahora en su trono. ¿Jesús ha lavado sus ropas, y no lavará las nuestras? ¿Los ha blanqueado en su sangre, y los nuestros quedarán inmundos? ¿Ha amado a su Iglesia sólo en el cielo? ¿Y no considera él a su Iglesia en la tierra? ¿Mostró Jesús tanta atención a su amada en el momento aquí mostrado, y no permitió que vinieran los vientos o las guerras? hasta que haya sellado a sus redimidos, y ¿contemplará Nuestros ejercicios, nuestras dificultades y tribulaciones, y verá impasible? ¡Oh! ¡No, querido REDENTOR! todavía eres el Cordero, y todavía estás en medio del trono.

Todo el poder es tuyo, en el cielo y en la tierra. Y tal es tu amor por tus pobres de abajo, que los vigilas día y noche, no sea que nadie les haga daño, y quien los toque, toque a la niña de tus ojos. ¡Oh! cuán seguro, cuán seguro, cuán bienaventurados son todos los tuyos, tanto en la tierra como en el cielo.

¡Lector! busquemos la gracia, para mirar a Cristo sin cesar, como en medio del trono. Él tiene todos los atributos divinos, todas las bendiciones divinas, toda la gracia adecuada, toda la misericordia adecuada. A Él venga todo su pueblo. En Él encuentran toda la plenitud adecuada. De Él reciben toda la gracia necesaria. Y a Él ofrece toda alabanza y gloria. ¡Señor! apresura la hora en que toda tu Iglesia estará alrededor de tu trono, y habrás enjugado todas las lágrimas de todos los ojos. Amén.

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