(2) Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Detengo al lector en este versículo sólo para comentar que cuando el Apóstol pronuncie esta bendición de gracia y paz, será apropiado que consideremos que la última es fruto de la primera. La gracia es la fuente y la causa de todas nuestras bendiciones, porque este es el amor y el favor eternos, gratuitos y no adquiridos de Jehová, en su carácter triple de Personas, hacia la Iglesia en Cristo, y de ahí todos los efectos del perdón, la misericordia, y paz, resultado.

Y cuando el Apóstol agrega; de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, el Espíritu Santo está incluido, porque ninguna de esas misericordias podría ser conocida por nosotros, mucho menos gozada por nosotros, sino por la manifestación de ellas por el Señor el Espíritu. Es una bendición, en verdad, observar, inclinarse y inclinarse a que cada Persona gloriosa coopere graciosamente en este, y en cada acto, en lo que concierne al bienestar de la Iglesia. Dios Padre manifiesta gracia en la elección original de la Iglesia en Cristo ante todos los mundos.

Dios Hijo manifiesta gracia al desposar a la Iglesia consigo mismo desde la eternidad, y en el tiempo-estado de la Iglesia, la hace la paz en la sangre de su cruz. Y Dios el Espíritu manifiesta gracia en la regeneración de la naturaleza de Adán de la caída, y revela todo lo que conocemos, el amor y el favor de cada Persona gloriosa, para nuestro gozo aquí y nuestra felicidad en el futuro.

Por lo tanto, Pablo, en otra ocasión ora, para que el Señor (es decir, el Espíritu Santo) dirija los corazones de los redimidos al amor de Dios y al paciente que espera a Cristo. 2 Tesalonicenses 3:5 .

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