Y sucedió que después de tres días, Pablo reunió a los jefes de los judíos, y cuando se juntaron, les dijo: Varones hermanos, aunque nada he cometido contra el pueblo o las costumbres de nuestros padres, sin embargo, fui entregado prisionero de Jerusalén en manos de los romanos. (18) Quien, habiéndome examinado, me hubiera dejado ir, porque no había causa de muerte en mí.

(19) Pero cuando los judíos hablaron contra ella, me vi obligado a apelar al César; no es que tuviera algo de qué acusar a mi nación. (20) Por tanto, por esto los he llamado para verlos y hablar con ustedes; porque por la esperanza de Israel estoy atado con esta cadena. (21) Y le dijeron: No hemos recibido cartas de Judea acerca de ti, ni ninguno de los hermanos que vinieron mostró ni habló mal de ti. (22) Pero deseamos oír de ti lo que piensas; porque en cuanto a esta secta, sabemos que en todas partes se habla en contra.

Es un poco extraño que los enemigos de Pablo, los judíos, tanto en Cesarea como en Jerusalén, no hubieran enviado su grito y llanto tras él, antes de su llegada a Roma. Pero quizás, se pueda explicar por este motivo. Los judíos tenían miedo de presentarse contra Pablo ante el Emperador en Roma. Porque, aunque el edicto aprobado por Claudio, que expulsa a todos los judíos de Roma, ( Hechos 18:2 ) quedó nulo a su muerte, y Nerón, el entonces emperador, aún no se había preocupado por ellos (aunque después se convirtió en enemigo acérrimo tanto de los cristianos como de los judíos), sin embargo, recordando esa ley de Claudio, consideraron prudente, tal vez, permanecer callados.

Observe el lector con qué desprecio hablaban de la fe de Cristo. Lo llamaron una secta, y una contra la que se habló en todas partes. ¡Lector! no te engañes a ti mismo, ni te dejes engañar por los demás. La fe pura del evangelio, que atribuye toda la salvación a Jesús, sin mezcla con las obras de los hombres, es tan criticada ahora, y por muchos que profesan el evangelio, como la fe que una vez fue entregada a los santos, fue en la antigüedad por el Judíos.

Y esa solemne pregunta de Jesús, nunca fue más adecuada que ahora, para ser llevada al corazón y la conciencia de todos los que profesan sus verdades; cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

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