Y después de tres meses partimos en un barco de Alejandría, que había invernado en la isla, cuyo signo era Castor y Pollux. (12) Y desembarcando en Siracusa, nos detuvimos allí tres días. (13) Y de allí tomamos una brújula y llegamos a Regio; y después de un día sopló el viento del sur, y al día siguiente llegamos a Puteoli: (14) donde encontramos hermanos, y se nos pidió que nos quedamos con ellos siete días: y así fuimos hacia Roma.

(15) Y de allí, cuando los hermanos oyeron de nosotros, vinieron a nuestro encuentro hasta Appii Forum y Las Tres Tabernas; a los cuales, cuando Pablo vio, dio gracias a Dios y se animó. (16) Y cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los prisioneros al capitán de la guardia; pero a Pablo se le permitió vivir solo con un soldado que lo guardaba.

Aquí tenemos al Apóstol llevado al final de sus viajes. Y así se cumplió la promesa del Señor. Cuán bienvenido fue Pablo a los discípulos en Roma, puede inferir de muchos de ellos que vinieron tan lejos para encontrarse con él. El foro de Appii difícilmente podría estar a menos de cincuenta millas, y las tres tabernas, no menos de treinta. Seguramente el Señor los envió, y Pablo lo consideró así, porque encontró una confianza cada vez mayor a la vista de ellos. Y así, el Señor con frecuencia fortalece las manos y los corazones de su pueblo, en su mutuo amor y simpatía unos con otros, y con todos en Él.

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