REFLEXIONES.

¡LECTOR! busquemos las enseñanzas de DIOS el ESPÍRITU SANTO, mientras leemos este capítulo sagrado, para que todos los contenidos benditos de él sean injertados en nuestros corazones. ¿Quién puede leer de la Pascua judía, y aquí contemplar a CRISTO nuestra Pascua sacrificada por nosotros, y no desear fervientemente guardar la fiesta? ¡SEÑOR JESUS! da a todos tus redimidos que asisten a tu mesa, una porción de la misma gracia que llenó el corazón de esta mujer. ¡Oh! ¡para el Nardo del ESPÍRITU SANTO, para ungir los pies de JESÚS en su mesa!

¡SEÑOR! Que tu dulce enseñanza esté sobre nosotros, mientras leemos la negación de Pedro y la deserción de todos los Apóstoles, para marcar aún la diferencia esencial entre la reincidencia y la total falta de gracia, como en el caso del traidor Judas. ¡SEÑOR! Danos la gracia de alabar al gran Autor de su misericordia discriminadora. ¡Queridísimo JESÚS! Que Getsemaní sea ​​siempre querido para la memoria de tu pueblo.

Aquí, en la fe, las almas de tus redimidos se deleitarían en vagar y meditar la agonía de tu alma, los conflictos y las tentaciones. ¡Y cuando te veamos, SEÑOR, llevado de allí a la cárcel y al juicio! ¡Oh! por la gracia de contemplarte; como herido por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz como sobre ti, y por tus llagas somos sanados. ¡Oh! las maravillas de la redención, para que el que no conoció pecado, sea hecho pecado por nosotros; para que nosotros, que no conocimos justicia, seamos hechos justicia de DIOS en él

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