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                Al músico principal. Salmo de David, cuando el profeta Natán fue a él después de que David tuvo relaciones con Betsabé. Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión borra mis rebeliones. 
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                Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. 
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                Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. 
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                Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio. 
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                He aquí, en maldad he nacido, y en pecado me concibió mi madre. 
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                He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. 
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                Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. 
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                Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado. 
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                Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades. 
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                Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí. 
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                No me eches de tu presencia ni quites de mí tu Santo Espíritu. 
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                Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso me sustente. 
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                Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. 
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                Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, y con regocijo cantará mi lengua tu justicia. 
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                Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza.