Las carnes para el vientre, y el vientre para las carnes; pero Dios las destruirá a él y a ellas. Ahora bien, el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor por el cuerpo.

El argumento de la indiferencia de las carnes ( cf.; Colosenses 2:20 ) a la de fornicación no vale.

Las carnes sin duda son indiferentes (con, sin embargo, la calificación discutida,, etc.), ya que tanto ellos como el "vientre", para el cual fueron creados, serán "destruidos" en la venida de Cristo para cambiar los cuerpos naturales de los creyentes en cuerpos espirituales.

Pero 'el cuerpo no es (creado) para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo' (como su Redentor, quien se asumió y se unió al cuerpo): "Y Dios levantó al Señor, y también nos resucitará" (es decir, nuestros cuerpos) a la existencia eterna; por lo tanto, el "cuerpo" no debe ser destruido, como el "vientre", después de haber servido a un uso temporal. Ahora bien, "el que comete fornicación peca contra su propio cuerpo". Luego la fornicación no es indiferente. He aquí el germen de los tres temas tratados en apartados posteriores:

(1) La relación entre los sexos.

(2) La cuestión de las carnes ofrecidas a los ídolos.

(3) La resurrección del cuerpo.

Una esencia real subyace a los fenómenos superficiales de la actual organización del cuerpo: este germen, cuando se dispersan todas las partículas, implica la resurrección del cuerpo incorruptible.

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