Mientras la tierra permanezca, no cesarán la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche.

Mientras la tierra permanezca. El año se divide aquí en seis estaciones, basadas en una experiencia del curso uniforme de la naturaleza en los países del Este. El mismo arreglo, aunque no se advierte en las Sagradas Escrituras, fue adoptado posteriormente por los judíos, como aparece en un pasaje citado de una antigua obra rabínica de Lightfoot ('Horae Hebraicae'): 'La mitad del mes Tisri (septiembre), todo Marchesvan , y la mitad de Kislef, son tiempo de siembra; la mitad de Kislef, todo Tebet y la mitad de Shebath son invierno; la segunda mitad de Sabát, todo Adar y la mitad de Nisán están fríos; la segunda mitad de Nisan, todo Ijar y la mitad de Sivan son cosecha; la mitad de Siván, todo Tammuz y la mitad de Ab son verano; la mitad de Ab, todo Elul y la mitad de Tisri son calor.

Otros pueblos orientales también cuentan seis estaciones, como los hindúes, los árabes y los habitantes de las regiones vecinas. De esto se desprende que, aunque durante las incesantes lluvias del diluvio prevaleció una oscuridad casi total, se restauraría la distinción entre "día y noche", y el carácter y la sucesión de las estaciones continuarían igual antes que después de esa dispensación.

La fe ardiente y los sentimientos devotos de Noé, que ascendió al cielo con el humo de su sacrificio, fueron muy aceptables para el objeto divino de su adoración; y su ofrenda típica, por la cual la tierra fue purificada y consagrada como morada del hombre, fue la ocasión de la promesa hecha, que mientras la presente economía de la Providencia subsista en el mundo, el curso de la naturaleza no se detendrá nuevamente, ni la vida humana será destruida universalmente.

'La vieja maldición', dice Sherlock ('Uso e intención de la profecía'), 'fue completamente ejecutada y cumplida en la inundación. Como consecuencia de lo cual la descarga de la maldición, una nueva bendición se pronuncia inmediatamente sobre la tierra.'

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