Entonces los otros discípulos le dijeron: Hemos visto al Señor. Pero él les dijo: A menos que vea en sus manos la marca de los clavos, y meta mi dedo en la marca de los clavos, y meta mi mano en su costado, no creeré.

Entonces los otros discípulos le dijeron: Hemos visto al Señor. Esta manera de hablar de Jesús, como en, y tan adecuado a su estado de resurrección, pronto se convertiría en el estilo prevaleciente.

Pero él les dijo: A menos que vea en sus manos la marca de los clavos, y meta mi dedo en la marca de los clavos, y meta mi mano en su costado, no creeré. La misma forma de este discurso muestra la fuerza de su incredulidad. Porque, como dice Bengel, no es: 'Si veo, creeré', sino 'Si no veo, no creeré'; ni cree que lo verá, aunque los demás le habían dicho que sí.

Cómo Jesús mismo vio este estado mental lo sabemos por, "Él los reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no creían a los que le habían visto después de resucitado". Pero ¿de dónde surge esta obstinación de resistencia en tales mentes? No ciertamente por renuencia a creer, sino como en Natanael (ver la nota en), por el mero temor de equivocarse en un asunto tan vital.

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