Pero tú nos has rechazado totalmente - más bien, 'A menos que nos hayas rechazado totalmente, y estés más allá de toda medida airado contra nosotros' - es decir, A menos que seas implacable, lo cual es imposible, escucha nuestra oración (Calvino). O, como al margen, '¿Porque nos rechazarías totalmente? No; eso no puede ser. Los judíos, en este libro, y en Isaías y Malaquías, para evitar el mal presagio de una triste frase final, repiten el penúltimo versículo (Calvino).

Observaciones:

(1) La oración es el gran remedio contra el agobio de la aflicción cuando nos sobreviene. La grandeza de nuestras angustias y reproches es un fuerte argumento, y uno que probablemente tenga peso ante Dios, para que seamos aliviados cuando apelamos a Él. Nuestra herencia, claman los judíos, se ha convertido en extraños, y somos huérfanos de padre  ( Lamentaciones 5:2 ). El Dios de justicia está seguro de vindicar la causa de aquellos que por injusticia han sido despojados de su legítima herencia, dada por Él mismo, así como vengó la sangre de Nabot, cuando éste fue asesinado por Acab, que codiciaba su herencia.

(2) ¡Cuántas veces vemos que los pecados de los padres recaen sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación!  Pero cuando los hijos se vuelven arrepentidos a Dios, Dios se vuelve misericordioso con ellos. Dios es Padre de "los huérfanos", de modo que éstos también tienen un derecho seguro a su misericordia y a sus promesas pactadas para con sus hijos, así como a su justicia.

(3) Es una buena señal, y un indicio de verdadero arrepentimiento, cuando el pecador atribuye todas sus penas, y la caída de la corona de honor de su cabeza, no a causas secundarias, sino a la causa primera, el desagrado de Dios por sus pecados. "Ay de nosotros que hemos pecado" es una confesión adecuada para todo transgresor cuando está bajo los castigos del Señor.

(4) Entonces el mejor motivo de esperanza de restauración del castigo es la consideración del gobierno inmutable de Dios sobre los asuntos humanos: "Tú, Señor, permaneces para siempre; tu trono de generación en generación". Esto da una garantía de que, por muy oprimido que permita que esté Su pueblo durante un tiempo, al final se levantará y tendrá misericordia de ellos; no los "olvidará ni los abandonará para siempre".

(5) Deja, pues, que en sus calamidades clamen: "Vuélvete a nosotros, Señor, y nos volveremos; renueva nuestros días como antaño". Restáuranos a tu favor, y así nos seguirán todas las demás bendiciones. Cuando vuelva nuestros corazones a Él en obediencia confiada, volverá a nosotros en misericordia y favor. No rechazará totalmente con ira, sino que "renovará los días" de aquellos que son renovados en espíritu por Su Espíritu. Por tanto, no desesperemos nunca, sino "esperemos hasta el fin la gracia que se nos ha de traer en la revelación de Jesucristo".

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