Prohibir casarse, abstenerse de comer carnes, etc. Aquí dice que San Juan Crisóstomo [1] fue predicho y denotado a los herejes llamados Encratitas, los Marcionitas, Maniqueos, etc. quien condenó todos los matrimonios como malvados, como puede verse en San Ireneo, Epifanio, San Agustín, Teodoreto, etc. Estos herejes tenían un dios que era el autor de las cosas buenas y otro dios que era el autor o la causa de todos los males; entre estos últimos contaban matrimonios, carnes, vino, etc.

La doctrina de los católicos es muy diferente, cuando condenan los matrimonios de sacerdotes y de aquellos que han hecho un voto a Dios de llevar siempre una vida única; o cuando la Iglesia prohíbe a las personas comer carne en Cuaresma o en días de ayuno, a menos que su salud lo requiera. Sostenemos que el matrimonio en sí mismo no solo es honorable, sino un sacramento de institución divina. Creemos y profesamos que el único Dios verdadero es el autor de todas las criaturas que son buenas en sí mismas; que todos los comestibles deben ser comidos con acción de gracias, y ninguno de ellos debe ser rechazado, como proveniente del autor del mal.

Cuando condenamos a los sacerdotes por casarse, es por romper sus votos y promesas hechas a Dios de vivir solteros y de llevar una vida más perfecta; los condenamos con la Escritura, que nos enseña que los votos hechos deben cumplirse; con San Pablo, quien en el próximo cap. (ver. 12) nos enseña que aquellos que rompen tales votos incurren en su condenación. Cuando la Iglesia, a la que se nos manda obedecer, prescribe la abstinencia de la carne o restringe las horas de comer en días de humillación y ayuno, es por medio de la abnegación y la mortificación: para que no sea el carnes, sino la transgresión del precepto, que en tales ocasiones contamina la conciencia de los transgresores.

"Usted objetará, (dice San Juan Crisóstomo) que impedimos que las personas se casen; Dios no lo quiera", etc. San Agustín, (lib. 30. cont. Faustum. Cap. Vi.) "Ves (dice él) la gran diferencia en abstenerse de las carnes por causa de la mortificación, y como si Dios no fuera el autor de ellas". Podemos observar que Dios, en la ley de Moisés, prohibió la carne de cerdo y muchos otros comestibles; y que incluso los apóstoles, en el Concilio de Jerusalén, prohibieron a los cristianos (al menos en Antioquía) comer en ese momento sangre y cosas estranguladas; no es que fueran malos consigo mismos, como pretendían los maniqueos.

(Witham) --- San Pablo habla aquí de los gnósticos y otros herejes antiguos, que condenaron absolutamente el matrimonio y el uso de toda clase de carne, porque pretendían que toda carne provenía de un principio maligno: mientras que la Iglesia de Dios así lejos de condenar el matrimonio, lo considera un santo sacramento, y no lo prohíbe a nadie que no sea el que por voto ha elegido la mejor parte; y no prohíbe el uso de ninguna carne en absoluto, en tiempos y estaciones apropiados, aunque no juzga todo tipo de dieta adecuada para los días de ayuno y penitencia.

(Challoner) --- Podemos ver en las primeras edades [siglos] del cristianismo, que algunos de los herejes más infames e impuros que jamás salieron de la Iglesia, condenaron todo matrimonio como ilegal, permitiendo al mismo tiempo que los más inauditos de abominaciones: hombres sin religión, sin fe, sin pudor, sin honor. Ver San Clemente, lib. 3. Strom.

[BIBLIOGRAFÍA]

San Juan Crisóstomo, griego: om. ib. ou koluomen, yo genoioto. San Jerónimo, (lib. 1. cont. Jovinian. Tom. 4. p. 156) Si nupserit Virgo, non peccavit .... non illa Virgo, quæ se semel Dei cultui dedicavit; harum enim si qua nupserit, habebit damnationem. Véase San Agustín (lib. 30. cont. Faust. Cap. Vi.) Tanto en lo que respecta al matrimonio como a las carnes.

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