Cristo ora para que sus discípulos sean uno, como él y su Padre celestial son uno; no que la unidad pueda asemejarse a la unidad de las personas en la divinidad, por una semejanza perfecta y exacta; pero sólo en la medida en que sea posible para los hombres imitar las perfecciones de Dios, como cuando dice: "Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso". (San Juan Crisóstomo, hom. Lxxxi. En Joan.)

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