En la parábola anterior, la raza de la humanidad se compara con una oveja perdida, para enseñarnos que somos las criaturas del Dios Altísimo, quien nos hizo, y no nosotros mismos, de cuyos pastos somos ovejas. (Salmo xcix.) Y en esta parábola se compara a la humanidad con la dracma, que se perdió, para mostrarnos que hemos sido hechos a semejanza e imagen real incluso del Dios omnipotente; porque la dracma es una moneda que lleva la imagen del rey. (San Juan Crisóstomo en Santo Tomás de Aquino)

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