En este capítulo tenemos tres ejemplos de oración: uno de la viuda perseverante; otro del publicano pobre, que solicita la misericordia divina por el reconocimiento de sus crímenes; y el tercero del fariseo orgulloso, que sólo va al templo a pronunciar su propio panegírico, y entra en una acusación de su humilde vecino, cuyo corazón le es desconocido. (Calmet)

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