Mi casa lo hará. Ese hombre es un ladrón, y convierte el templo de Dios en una cueva de ladrones, que hace de la religión un manto de su avaricia. De todos los innumerables milagros que Jesús realizó, ninguno parece más grande a mis ojos que este: ese hombre, en ese momento tan despreciado [sic; condenado] y despreciado, quien después fue clavado en el madero, debería con su único poder expulsar del templo a la multitud de escribas y fariseos, que estaban tan maliciosamente empeñados en su destrucción y tan codiciosos de ganancias.

Algo más que humano apareció en su rostro celestial en esta ocasión, y la majestad de la divinidad se manifestó en sus miradas y gestos. Igneum quiddam, atque sidereum radiabat ex oculis ejus, et divinitatis majestas lucebat in facie. (San Jerónimo) --- Por eso no es de extrañar, si con el mayor temor y consternación huyeron. (Menochius)

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