De aquí en adelante no beberé de este fruto de la vid. En San Lucas, (xxii. 15, 16), Cristo dijo a sus discípulos; Deseé fervientemente comer esta Pascua contigo antes de sufrir; (o este sacrificio pascual) porque os digo que desde ahora no comeré de él hasta que se cumpla en el reino de Dios. Estas expresiones no parecen importar más que el hecho de que era la última vez que comería y bebería con ellas en un cuerpo mortal.

Y si, como algunos lo exponen, Cristo, por la generación de la vid, entendiera la copa consagrada de su sangre, podría llamarla vino o fruto de la vid; porque les dio su sangre bajo apariencia de vino; como San Pablo llama pan al cuerpo de Cristo , porque se da bajo la apariencia de pan. (1 Corintios xi. 26.) (Witham) --- Fruto de la vid. Estas palabras, según el relato de St.

Lucas, (xxii. 18,) no se habló de la copa sacramental, sino del vino que se bebió con el cordero pascual. Aunque la copa sacramental también podría llamarse el fruto de la vid, porque fue consagrada del vino y conserva la semejanza y todos los accidentes o cualidades del vino. (Challoner) --- Como San Pablo llama pan al cuerpo de Cristo , así la sangre de Cristo todavía puede llamarse vino, por tres razones: 1.

Porque era así antes; como en Génesis xi. 23, Eva se llama hueso de Adán; en Éxodo vii, la vara de Aarón devoró sus varas, mientras que ahora no eran varas sino serpientes; y en Juan ii, probó el agua hecha vino, mientras que ahora era vino, no agua. 2. Porque la bienaventurada Eucaristía retiene las formas del pan y del vino, y las cosas en la Escritura se llaman con frecuencia por su apariencia; como Tobías v, el arcángel Rafael, es llamado joven; y Génesis xviii, tres hombres se le aparecieron a Abraham; mientras que eran tres ángeles.

3. Porque Jesucristo en el Santísimo Sacramento es el verdadero pan de vida, refrescándonos en alma y cuerpo para la vida eterna. (Bristow) --- Bébalo nuevo, de una manera diferente, la más maravillosa y hasta ahora inaudita, no teniendo un cuerpo pasible, sino uno revestido de inmortalidad; y de ahora en adelante ya no necesita alimento. Así les trae a la mente la idea de su resurrección, para fortalecerlos bajo las ignominias de su pasión, y come y bebe con ellos, para darles una prueba más certera de este gran misterio. (S. Crisóstomo, hom lxxxiii.)

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