Sin embargo debo caminar hoy y mañana y pasado mañana; porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.

Jesús todavía estaba en el territorio de Herodes Antipas, y este hombre estaba siendo impulsado por la furia de una mala conciencia. Si Jesús era Juan el Bautista resucitado o no, estaba en el camino. Como dice un comentarista: "En cada obra de Jesús vio la mano de Juan el Bautista extendida desde la tumba hacia él; en cada palabra concerniente al Juicio que pronunció Jesús, oyó de nuevo la voz de Juan: ¡Asesino de profetas!" Es poco probable que Herodes hubiera encargado a los fariseos llevar este mensaje a Jesús.

Más bien sucedió así con estos enemigos del Señor: Habían agotado todos los medios posibles que se les ocurrieron para hacer que Él desistiera de la obra de Su ministerio con la excepción de tocar Su cuerpo, y esperaban intimidar a Jesús y causarle sacar del país. A Jesús la petición: Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte, no causó impresión. Una amenaza de este tipo no podría hacerle desistir de la obra habitual de su ministerio.

Por lo tanto, Él responde de acuerdo con el carácter de la advertencia, ordenando a los advertidores que vayan y lleven Su mensaje de retorno a Herodes. Jesús llama a Herodes un zorro, tanto por su carácter astuto y cruel, como por el hecho de que se había convertido en un zorro, un destructor, en la viña del Señor, Lamentaciones 5:18 ; Cantares de los Cantares 2:15 .

La amenaza no tuvo ningún efecto sobre Jesús. El desprecio del tirano idumeo no pudo obligar al Profeta de Galilea a ceder. Tenía trabajo que hacer en un futuro próximo, y ese trabajo estaría terminado. Debe continuar echando fuera demonios y curando enfermedades como lo ha hecho hasta ahora, porque el tiempo fijado en el consejo de Dios está cerca. Entonces, de acuerdo con Su propia voluntad, en el tiempo designado por Él, vendrá el fin.

Ésa era la obligación que recaía sobre él y que cumpliría. Y agrega, con amarga tristeza, que debe morir en Jerusalén, la asesina de los profetas, Lucas 11:51 . De acuerdo con la voluntad de Dios, su carrera terminará en esa ciudad. De la misma manera los discípulos de Cristo de todos los tiempos, los creyentes, cumplen con su trabajo diario, la porción que Dios les ha decretado.

Y en esto ningún poder de la tierra y el infierno puede obstaculizarlos o acortar el tiempo que Dios ha fijado para su trabajo. Pero cuando haya llegado la hora que Dios ha querido que sea la última, habrán completado su curso, habrán terminado sus labores y podrán entrar en el resto de los santos.

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