La estrechez del profeta reprendió

Juan 4:1

Este capítulo marca una era en el desarrollo de la perspectiva del pueblo hebreo. Aquí, tras su arrepentimiento, una ciudad pagana fue perdonada. Claramente, Jehová era el Dios, no solo de los judíos, sino también de los gentiles. Jonás, sin embargo, no se complació con la revelación. Se aferró a la amarga estrechez del prejuicio nacional por temor a que cuando su propio pueblo recibiera noticias del arrepentimiento y liberación de Nínive, se animaría en su obstinado rechazo de la ley de Dios.

¡Cuán a menudo Dios pone calabazas en nuestras vidas para refrescarnos con su exquisito verdor y recordarnos Su amor reflexivo! Nuestra inquietud y petulancia no son barreras para Su tierna misericordia. El marchitamiento de la calabaza provocó amargos reproches del profeta que habría contemplado la destrucción de Nínive sin una lágrima. No se dio cuenta de que para Dios Nínive era todo, y mucho más, de lo que la calabaza era para él.

Note la extrema belleza del verso final: ¡La permanencia de la ciudad contrasta con la fragilidad de la calabaza! ¡La responsabilidad de Dios por Nínive, que había hecho crecer! ¡La preciosidad para Él, no solo de los maduros, sino también de los bebés y el ganado!

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