El mandato final del apóstol sobre el deber de Timoteo hacia su rebaño tenía que ver con su trato con los esclavos cristianos. El maestro no debe tratarlos con desprecio. Deben reconocer que los esclavos están sirviendo a Cristo, y así hacer de su servicio la oportunidad de dar testimonio del poder del 'Evangelio'. El servicio se prestará más pronta y fielmente porque está impulsado por el amor.

El apóstol luego volvió a la ocasión principal del nombramiento de Timoteo en Éfeso, que fue la presencia y acción de falsos maestros. A estos se refirió con palabras mordaces. A este respecto, aparece una frase que ilumina con una luz intensa el funcionamiento interno de las mentes de estos maestros, ya que el apóstol se refiere a ellos como "suponiendo que la piedad es un camino de ganancia". A este mal el apóstol opone la gran verdad de que "gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento". Las ideas contrastantes son fascinantes. Según estos falsos maestros, la piedad es un medio para ganar mucho. Según Pablo, la piedad es la ganancia de estar contento con poco.

A continuación, se hace un llamamiento a Timoteo, a quien se dirige: "¡Oh, hombre de Dios!". La nota de la apelación es triple, "huir", "seguir", "luchar". Debe huir de las cosas malas, seguir las de la verdad, y así pelear la buena batalla de la fe. La fuerza del conflicto se encuentra en la vida eterna. Además, habrá una gran epifanía, cuando se revele el señorío supremo y absoluto de Jesús. Esa será la inspiración suprema del servicio y del conflicto.

La acusación final a Timoteo trajo a la mente del apóstol el peligro que amenazaba a los ricos. Describe la verdadera actitud del cristiano poseedor de riquezas, mostrando

(1) su verdadero estado de ánimo,

(2) su uso adecuado de la riqueza, y

(3) la fuerza secreta de la realización. La epístola concluyó con un estallido de llamamiento personal lleno de fuerza y ​​belleza.

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