Que (1) todos los siervos que estén bajo el yugo consideren a sus propios amos dignos de todo honor, (2) que el nombre de Dios y [su] doctrina no sean blasfemados.

(1) Añade también reglas para el deber del siervo hacia sus amos: sobre lo cual, sin duda, hubo muchas preguntas hechas por aquellos que aprovecharon la ocasión del Evangelio para perturbar el modo de vida normal. Y esta es la primera regla: que los siervos que han llegado a la fe y tienen a los infieles por sus amos, les sirvan no obstante con gran fidelidad. (2) La razón: no sea que, por la doctrina del Evangelio, parezca que Dios incita a los hombres a la rebelión y a toda maldad.

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