Conozco tus obras, tu labor y tu paciencia, y que no puedes soportar a los hombres malos, y que probaste a los que se llaman a sí mismos apóstoles y no lo son, y los hallaste falsos, y tienes paciencia y has aguantado por causa de mi nombre y no me he cansado.

En muchos sentidos, esto parece una iglesia ejemplar, de buena vida, trabajadora, resistente, duradera, que no acepta las malas acciones, pero les falta una cosa. Se han estancado. Están tan ocupados que están perdiendo de vista a Cristo.

Podemos contrastar lo que se dice aquí con la epístola a los Efesios. Allí el énfasis estaba todo en la gracia de Dios y la centralidad de Cristo, aquí el énfasis está en las obras, el trabajo y la perseverancia. Estos últimos son elogiados, pero se le recuerda a la iglesia que el primero es aún más importante.

La referencia a los apóstoles no tiene por qué indicar que había un nivel más amplio de apostolado. (En el Nuevo Testamento, el apostolado se limita estrictamente a los doce, Pablo y Bernabé y Santiago, el hermano del Señor). Más bien indica que hubo quienes trataron de reclamar ese estatus para sí mismos, llamándose apóstoles. La iglesia los rechazó con razón.

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