Efesios 3:17

I. Es cierto que algo habitará en nuestros corazones. No están destinados a permanecer vacíos. Si no están llenos de bien, algún espíritu maligno entrará, y él, no Cristo, morará allí. Si queremos darnos cuenta de lo que quiere decir San Pablo cuando habla de nosotros como una habitación de Dios a través del Espíritu, podemos hacer bien en considerar cuáles son algunas de esas cosas que diariamente llenan nuestros pensamientos y casi literalmente pueblan nuestros corazones.

Descubriremos que algunos de estos habitantes son en sí mismos inocentes; que algunos son inconfundiblemente corruptos; que todos se conviertan en usurpadores cuando dejen de estar subordinados a Aquel que es el único que tiene derecho a la supremacía.

II. Debemos aprender a llevar con nosotros la conciencia de la presencia real de Cristo. Debemos considerarnos trabajando y viviendo para Él. Debemos buscar su simpatía en todo lo que tenemos que hacer. Antes de hacer algo nuevo, debemos preguntarnos si Él lo haría y con qué espíritu lo haría. Así como vemos niños o personas muy jóvenes, si se les pide una opinión, se dirigen a su padre oa su madre para saber primero lo que piensan, así ningún cristiano es demasiado viejo o demasiado joven para volver sus pensamientos a Cristo para saber cómo. hasta dónde sanciona y qué forma de hacer o de pensar dicta.

III. Cristo habita en otros a pesar de muchas cosas que parecen estar en desacuerdo con su presencia. Una gran dificultad en nuestra forma de ser cristianos es que nadie parece imaginar que deseamos ser cristianos. La simpatía es uno de los verdaderos mensajeros de Cristo. Quienes la rechazan nos tientan a desconfiar de Él y a negarlo. Cristo habita, o trata de habitar, en el corazón de todos nosotros. Si es así, ¿podemos tentarnos unos a otros a pecar y así dejarlo fuera? Si es así, ¿podemos hablar con desprecio o pensar con dureza unos a otros? ¿Desprecio por un alma en la que Cristo no se avergüenza de habitar? ¿Duros pensamientos de un espíritu en el que Cristo se esfuerza tiernamente por forzar una entrada?

HM Butler, Harrow Sermons, pág. 120.

Referencias: Efesios 3:17 . A. Maclaren, Cristo en el corazón, pág. 15; J. Culross, Contemporary Pulpit, vol. iii., pág. 207; Hannah, Púlpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. i., pág. 313; Homilista, tercera serie, vol. VIP. 340; Herbert, Christian World Pulpit, vol. xxvi., pág. 94; Spurgeon, Evening by Evening, pág.

238; Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 176; vol. ix., pág. 314. Efesios 3:17 . Ibíd., Pág. 315; Revista del clérigo, vol. v., pág. 31. Efesios 3:18 . A. Maclaren, Cristo en el corazón, págs. 27-41.

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