Hechos 2:39

El significado del don de lenguas

I. ¿Cuál es la verdad de la cual este don fue el índice, de la cual fue la prenda? Considere la narración en el segundo capítulo de los Hechos de los Apóstoles y vea si no nos lo dice. En un grupo de pobres, adiestrados para una vocación mecánica, despreciados por sus compatriotas, pero compartiendo su desprecio por otras naciones, se destaca por un dialecto grosero en el que las lenguas hendidas son ligeras como de fuego. Tienen nuevos poderes de expresión, los hombres de la provincia de los partos y del mundo romano los escuchan proclamar las maravillosas obras de Dios en el idioma de las tierras donde han crecido.

¿Es una inspiración borracha? ¿Se han introducido las orgías de una fiesta dionisíaca en el culto de Jerusalén? No, dicen los galileos, somos discípulos y testigos de Aquel a quien tus gobernantes crucificaron, a quien Dios resucitó de entre los muertos. Se acerca un día grande y terrible del Señor. Para prepararse para tal día, para significar que Aquel a quien rechazaste como tu Rey es tanto Señor como Cristo, que es derramado, lo que ves y oyes. Arrepiéntanse, por tanto, y reconozcan a su verdadero Rey y Señor; bautícese en Su nombre, y recibirá ese don del Espíritu Santo que hemos recibido.

II. El Espíritu de Dios, la enseñanza del Padre y del Hijo, que saca a los hombres de sus estrechas nociones, es el único que puede guiarlos a toda la verdad. El misionero, si busca hacer su obra fielmente, será inducido a confesar que las palabras de Dios no son palabras engañosas, sino palabras probadas en el fuego; no palabras para una época, sino palabras que perdurarán si el cielo y la tierra pasan. Pero llegará a ese descubrimiento porque es el descubrimiento humano, el descubrimiento Divino que cada uno de nosotros hará por sí mismo si buscamos ser honestos en nuestras vocaciones.

Nosotros también debemos reconocer que ese Espíritu no se nos ha dado a ninguno de nosotros por fe o virtudes propias; que es el regalo de Dios a Cristo, la cabeza y piedra angular de una sociedad a la que entramos cuando abandonamos nuestras pretensiones egoístas separadas y nos contentamos con ser herederos de una bendición común.

FD Maurice, Sermons, vol. iv., pág. 17.

Referencias: Hechos 2:39 . Púlpito contemporáneo, vol. viii., pág. 1; JN Norton, Golden Truths, pág. 264; J. Vaughan, Sermones, 14ª serie, pág. 69; Púlpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. iv., pág. 266.

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