Mateo 2:1

I. Tenemos, por así decirlo, tres clases reunidas a nuestro alrededor en esta narración, y la figura central de todas ellas es Cristo mismo. Al pensar en esta historia en relación con nuestro Maestro, el primer pensamiento que nos golpea es que tenemos aquí un cumplimiento distintivo de la profecía. Se había profetizado que para él sería el recogimiento del pueblo. El gentil y el judío fueron hallados junto a su cuna; en Él todas las distinciones nacionales son, por así decirlo, borradas; no debe haber ni bárbaro, escita, vínculo ni libre.

Alrededor de su cuna no solo están los representantes de varias tierras, sino que son traídos para rendirle homenaje como un niño. Del Rey infantil surgiría un carácter infantil de todos Sus seguidores.

II. A continuación, pasa del rey espiritual al temporal. Cuando Herodes recibió la noticia del recién nacido, "se turbó, y toda Jerusalén con él". Temía por la estabilidad de su trono. Su corazón estaba centrado en el reino que gobernaba, las posesiones que estaban bajo su control. El hombre cuya mente está fija en las posesiones como tales, se angustia ante la idea de un gobernante justo.

El hombre cuyos pensamientos están fijos en la abundancia de las cosas que posee, necesariamente se estremece cuando piensa en Aquel cuyo regreso debe arrojar a cada uno de ellos al abismo lejos de sí mismo.

III. Mire el carácter de los sabios. Eran grandes hombres. Pero su grandeza se magnifica por la grandeza de su fe y su valentía moral. La fe es, después de todo, una especie de intuición celestial. Estos hombres vieron la estrella. Había miles a su alrededor que miraban la misma estrella y no veían ningún significado en ella. Los llevó a través del largo desierto para arrodillarse ante el Satisfactorio de sus esperanzas.

Así es con los hijos de Cristo en este mundo. Ven por una intuición de fe lo que otros hombres no ven. Hay una luz que otros no ven, hay una mano que otros no pueden percibir, hay una voz que otros no pueden oír, que los llama a seguir adelante.

Obispo Boyd Carpenter, Christian World Pulpit, vol. iii., pág. 36.

Referencias: Mateo 2:1 ; Mateo 2:2 . CA Fowler, Parochial Sermons, pág. 31; JR Bailey, Contemporary Pulpit, vol. VIP. 361; JC Jones, Christian World Pulpit, vol. iv., pág. 97; Preacher's Monthly, vol. vii., pág. 20. Mateo 2:1 ; Mateo 2:9 ; Mateo 2:10 .

Spurgeon, Sermons, vol. xxix., nº 1698; JW Burgon, Ninety-one Short Sermons, Nos. 14, 15. Mateo 2:1 . A. Whyte, Contemporary Pulpit, vol. VIP. 28. Mateo 2:1 . W. Poole Balfern, Christian World Pulpit, vol.

ii., pág. 401; Preacher's Monthly, vol. i., pág. 21; vol. iii., pág. 17; S. Cox, Ensayos y discursos expositivos, p. 264; Homiletic Quarterly, vol. i., pág. 52; Revista del clérigo, vol. ii., pág. 14.

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