Romanos 8:11

El comienzo de la redención del cuerpo aquí.

I. El primer punto que es necesario considerar es la degeneración real del cuerpo del hombre al cederlo a los usos del pecado. Cuál podría haber sido la condición del cuerpo físico del hombre si Adán hubiera permanecido en un estado de pureza que no tenemos forma de conocer. El cuerpo humano, en sus condiciones actuales de sueño, nutrición y reproducción, es manifiestamente la tienda y el taller temporal del alma.

La sombra que cayó sobre el alma de Adán cayó a través de sus sentidos sobre todo el mundo. Había una manifiesta degeneración de la vida corporal; y eso equivalía a la degeneración del mundo y de todas las cosas que tenía que hacer.

II. Considere a continuación el oficio del cristianismo con respecto al cuerpo humano, el comienzo de la obra de su redención en este mundo presente. La resurrección del Señor Jesús se presenta como el tipo y la prenda del avivamiento presente del cuerpo del creyente. Digo, un avivamiento presente: no es solamente una resurrección futura, aunque eso está claramente involucrado, sino que es un avivamiento presente del cuerpo que está muerto por el pecado para estar vivo por el Espíritu para Dios.

Debido al Espíritu y la vida que Él trae, "El que levantó a Cristo de los muertos, también vivificará vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros". Tracemos el esquema del proceso. (1) El evangelio establece el principio verdadero y soberano de gobernar sobre las pasiones y poderes corporales. (2) El Espíritu que habita en nosotros otorga una nueva posesión del cuerpo y sus poderes. (3) El Espíritu que habita en nosotros solo explica la organización del cuerpo del hombre y justifica su erección.

(4) El evangelio completa su ministerio asegurando al cuerpo una participación en la vida y el desarrollo de la eternidad. Estamos llamados aquí a reverenciar el cuerpo y a trabajar en su redención, porque este corruptible se vestirá de incorrupción, y porque este cuerpo estará coronado y vestido con esplendor delante del trono eterno.

J. Baldwin Brown, La vida divina en el hombre, pág. 214.

Referencias: Romanos 8:11 . G. Calthrop, Pulpit Recollections, pág. 147; M. Rainsford, Sin condena , sin separación, p. 56. Romanos 8:12 . Spurgeon, Mañana a mañana, pág. 35. Romanos 8:12 . Ibíd., Pág. 64; G. Moberly, Parochial Sermons, pág. 201.

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