DISCIPLINA CRISTIANA

"Y ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal es provechoso para un poco".

1 Timoteo 4:7 (RV)

La piedad, y no el ascetismo, debe ser el objetivo del cristiano. El 'ejercicio corporal', o las severidades y privaciones físicas, como las que muchos de los primeros santos se impusieron a sí mismos, se contrasta aquí con 'piedad' o piedad, como sólo un medio para el logro de esta última, y ​​no por lo tanto un fin en sí mismo. La 'piedad' aquí inculcada está bien interpretada por la antigua palabra inglesa, de la que probablemente se derivó, a saber.

dios como ness. Es el cultivo de un carácter Divino en nosotros mismos, un temperamento, gusto y disposición celestiales. Así como la 'pietas' del mundo antiguo consistía en un apego reverente y amoroso a los dioses, a los padres y a la familia, el cristiano debe mostrarse en el servicio de Dios, nuestro Padre celestial, y en la santificación de la vida doméstica. corbatas. El fin supremo del cristianismo es la santidad, una vida consagrada a Dios y en constante comunicación con él.

Por tanto, todo debe estar subordinado a esto y ser probado por él. Ni siquiera la "verdad" en abstracto debe buscarse principalmente, sino aquello "que es después de la piedad" ( Tito 1:1 ); y sólo asegurando este fin, el cristiano debe poner algún énfasis en la disciplina externa o los ritos de la Iglesia.

La piedad requiere entrenamiento constante. Su logro es el más elevado al que puede aspirar el hombre. No es más que ser como Dios.

I. El cristiano, por tanto, debe imponerse disciplina a sí mismo . No es que deba inventar juicios o cortejar la tentación: las circunstancias de cada vida están ordenadas divinamente. Pero lo que nuestro Padre celestial ha ordenado, o lo que puede implicar el deber cristiano, debe someterse y someterse a ello de modo que muestre las gracias del Evangelio y permita que toda experiencia produzca la debida impresión en el espíritu. Las dificultades no deben eludirse a costa de principios. Las pruebas más duras y las dispensaciones más misteriosas deben aceptarse como de la mano del Amor Infinito.

II. Para tener éxito debe ser continuo y persistente — Los símiles más enérgicos, por ejemplo, una pelea, una carrera, etc., son empleados por San Pablo para describir la búsqueda de la piedad. El que quiera seguir al Crucificado debe contentarse con tomar su cruz todos los días.

III. Su gran fin debe tenerse siempre presente — No es simplemente la imposición de penitencias o privaciones lo que ha de ser para nosotros una fuente de satisfacción espiritual. Siempre que nos sintamos tentados a descansar en las obras exteriores y a felicitarnos por nuestra diligencia en ellas, debemos desconfiar de nosotros mismos. Lo que tenemos que hacer no es destruir nuestra naturaleza en ninguna de sus partes, sino hacer que, en su conjunto, responda a la voluntad celestial.

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