He aquí, las naciones son como la gota de un balde

La grandeza de Dios y sus obras

I. LA GRANDEZA DE DIOS Y SUS OBRAS.

II. DIOS GOBIERNA CONSTANTEMENTE EL MUNDO QUE HA HECHO. Y así como todas las criaturas, desde las más altas hasta las más bajas, tienen su subsistencia en el poder de Dios, así cada una de ellas es notada por Su ojo y gobernada por Su providencia; es decir, por la energía inmediata de Su propio poder, o por agentes que están bajo Su dirección y que no pueden actuar sino por Su poder. Ese cuidado del Ser Supremo, mediante el cual se preserva este orden general o el curso declarado de las cosas, no puede ser llamado una providencia general.

Considere su gran alcance. Tiene lugar no sólo en el marco del universo, el movimiento regular de los vastos cuerpos que lo componen, por el cual tenemos primavera y cosecha, verano e invierno, día y noche; no sólo en la fecundidad de la tierra, y el estado de las diversas clases de animales que la habitan, y la manera en que se conservan las especies y los individuos; pero también en los asuntos humanos.

Pero es particularmente grato observar cuán minuciosamente desciende esta providencia del Ser Supremo, hasta el aviso y la dirección de las cosas más pequeñas e insignificantes. Nuestro Salvador, y esto de acuerdo con la más justa filosofía que jamás apareció en el mundo, representa a Su Padre Celestial como vistiendo los lirios del campo y como alimentando a los cuervos; y argumenta a partir de esto, que si Él Lucas 12:1 a estas cosas, que son comparativamente de la más mínima cuenta, seguramente Su providencia no descuidará a Sus criaturas de un orden más noble ( Lucas 12:1 .

). Así, aunque Dios es tan grande, “se humilla para contemplar las cosas que se hacen en el cielo y en la tierra”, y se fija incluso en las criaturas más bajas y en cada individuo. Porque, además de ese orden general de causas y efectos que Él ha establecido y mantiene de época en época, hay claras huellas de una providencia particular con respecto a personas individuales. Por las interposiciones de la providencia, las cosas se gobiernan y conducen de tal manera que Sus propósitos se persiguen y se llevan a la ejecución; y múltiples son los medios por los que esto puede efectuarse. ¡Cuán importantes son los acontecimientos que surgen de cosas que nos parecen puramente accidentales!

III. Estas reflexiones conducen naturalmente nuestros pensamientos a LA FELICIDAD DEL SER SUPREMO EN SUS PERFECCIONES Y OBRAS, un tema, en verdad, tan poco para ser comprendido por nosotros, como podemos encontrar al Todopoderoso hasta la perfección. Sin embargo, no podemos evitar pensar en cuán alta, y en todos los aspectos perfecta, debe ser la felicidad de la primera causa de todas las cosas; y el amor a Dios hará que el corazón recto se regocije y se regocije en él.

Tampoco se objete que en el universo hay mucha irregularidad y muchos males y sufrimientos. Porque lo que para nosotros tiene la apariencia de irregularidad puede ser, no, ciertamente es necesario para la armonía del conjunto; y parte de un diseño que era el mejor y más digno que se podía enmarcar. En cuanto a los sufrimientos que se acarrean los súbditos de un gobierno moral, son tan necesarios como ese gobierno mismo; que es en verdad la gloria de la creación de Dios, y sin la cual, y esas órdenes de criaturas que están hechas para ser sujetos de tal gobierno, el universo debe haber sido nada comparado con lo que es ahora.

Un universo sin ángeles, sin hombres, sin tales órdenes de seres intelectuales y morales, ¿qué habría sido? Pero el glorioso Jefe y Regente de ese vasto cuerpo, que es todo armonía, todo orden y belleza, y en el que ninguna parte del gran designio ha fallado, o nunca podrá fallar, ¡qué felicidad debe probar! Reflexiones finales

1. Si nuestras mentes están correctamente impresas con un sentido de la grandeza y majestad divinas, ¡cuán poco debe aparecer en nuestros ojos lo que solemos llamar grande sobre la tierra!

2. Sometámonos en todo con mansedumbre y afecto al Gobernante supremo; en humilde obediencia a sus leyes, y en resignación sin reservas a su providencia.

3. Pongamos nuestra confianza en Dios. ( J. Duchals, DD )

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