No saludes a nadie por cierto

No hay tiempo que perder

“Por cierto, no saludes a nadie.

Es notable que tal mandamiento lo diera nuestro Divino Maestro, tan distinguido como lo era por los sentimientos amables y la condescendencia, mientras que al mismo tiempo añadió inmediatamente una exhortación a hacer la cortesía habitual, deseándoles, cuando entraran. una casa, para "saludar a la familia". La razón de esta aparente inconsistencia se descubre fácilmente. En los países orientales, se nos dice, que los saludos entre los viajeros que se encuentran en un viaje van acompañados de tantas preguntas, de tantas expresiones de bienvenida repetidas a menudo, y de tantas formas tediosas, que retrasan seriamente su viaje.

Ahora bien, si tales interrupciones ocurrieran con frecuencia, como podría ser el caso en una carretera muy frecuentada, el objeto de su viaje podría frustrarse en gran medida. Cuando se requirió el envío que nuestro Salvador consideró necesario en esta ocasión, esas tediosas formas de cortesías habituales debían omitirse. Es cierto que en la orden que nuestro Salvador dio a los doce, no prohibió saludar a los viajeros que pudieran encontrar en el camino. Pero se les dio propiamente a los setenta discípulos, porque entonces se hizo necesaria la prisa, que no era necesaria en la misión de los doce. ( J. Thomson, DD )

Saludo

No debían perder el tiempo en ceremonias que eran claramente excesivas. Sin embargo, no corremos gran peligro de llevar la ceremonia de saludo al exceso. Nos conviene, por tanto, prestar atención a cómo minimizamos incluso los pocos saludos que tenemos. “Adiós” es todo lo que nos queda de “Dios sea contigo”; porque los hombres ya se avergüenzan de usar eso. En lugar del gran saludo, "Dios esté contigo", oirás a los hombres que se están separando decir: "¡Bueno, viejo, cuídate!" Los hombres están sustituyendo una forma corriente de saludarse y saludarse unos a otros, en lugar de dar esos saludos reverentes, dignos, placenteros e inspiradores de respeto que pertenecen a la antigüedad y que deberían pertenecer a toda sociedad refinada, y a ninguna tanto como aquello que se llama cristiano. ( HWBeecher. )

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