No endurezcáis vuestro corazón, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto.

Ver. 8. No endurezcáis vuestros corazones ] Algunos corazones son tan duros que ni el ministerio, ni la miseria, ni los milagros, ni la misericordia pueden apaciguarlos. Un corazón así es en algunos aspectos peor que el infierno. Y si Dios rompió los huesos de David por su adulterio, y las espaldas de los ángeles por su orgullo, el Señor, si alguna vez salva a alguno, también le quebrará el corazón. Como cuando señala a un hombre por la miseria eterna, le niega su gracia; y luego el pecador endurece su propio corazón con su propia depravación interior. Como cuando un propietario se niega a apuntalar o reparar una casa en ruinas que se tambalea, la casa se cae por su propia pesadez.

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