Pero el otro, respondiendo, le reprendió, diciendo: ¿No temes a Dios, estando tú en la misma condenación?

Ver. 40. Pero el otro respondiendo ] En silencio estuvo un rato, y por lo tanto pareció consentir; hasta que escuchó las oraciones de Cristo y los ultrajes de los enemigos, estalló en esta confesión valiente, digna de ser escrita en letras de oro.

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